19 noviembre, 2018

Un nuevo para siempre


Repicó el teléfono una, dos veces (que parecieron eternos por los nervios), cuando por fin contestó...
- Hola
           - Hola, cómo estás? 
Contestó como era característico en ella.
- En Buenos Aires y tú?
Luego de un silencio de sorpresa contestó
           - Cómo así, qué haces aquí?
- Por trabajo, vine por una semana... Ya me voy mañana...
           - Y dónde te estás quedando? Te quiero ver...
- En el hotel que hay al lado de la plaza General San Martín, cerca a la estación Retiro. Pero la verdad no se si sea conveniente que nos veamos.
           - Si, veámonos esta tarde, voy para allá, nos vemos en tu hotel. Por favor, lo necesito.
- Realmente no creo que sea conveniente. Está comenzando el invierno y esta tarde tengo compromisos con la gente de la oficina dónde vine a trabajar.
           - Por la noche, entonces.
- No lo sé. Mejor te llamo después. Tengo que salir para la estación de trenes, debo ir a trabajar.
           - No, déjame ir hasta el hotel, veámonos.
- Chao Clara...

Colgué con apuro para no escuchar más razones.

Una y otra vez se repetía en mi mente ese "te quiero ver..." que me dijiste, trabajé más desconcentrado que nunca, con tu voz en mi cabeza.

Al salir de la oficina, paré en un café en los que sonaban hermosos tangos. Este que sonaba de fondo, con ese bandoneón parecía contar el desgarro que tenía en su corazón, aquel sentimiento de ese amor que pudo ser y nunca fue. Fue tu opción, fue tu elección. Nunca lo tomaste en serio, pero siempre lo terminaste lamentando. Un arrepentimiento que parece constante, pero del que no haces nada para cambiarlo. Aquel bandoneón suena y cuenta el reflejo de lo que veía en ti.

Y allí, sentado en ese café de Buenos Aires, tomé la decisión de apartarme, no porque no estuviera listo, sino porque era la forma de protegerme de una nueva herida en esta guerra de amor que decidiste emprender contra mi. Mi corazón no se había curado del todo de la última batalla que había dado por lo nuestro.

Cuando llegué a la estación cerca a mi hotel te vi, allí sentada. Una figura solitaria a la espera de ese amor perdido, ese amor que despreciaste tantos años atrás. Me acerque sin que me vieras y “Hola Clara” dije, estabas de espaldas y aunque me lo había prometido, no me pude contener a hablarte, pero tal vez el destino se encargó de jugar a mi favor y  que no me oyeras; que justo en ese momento te levantarás del banco de esa estación, cansada de esperar una ilusión de encontrarnos. Resignada saliste y comenzaste a caminar alejándote de esa ilusión.

Te seguía a unos pasos, vi cómo hablaste por celular y marcaste un lugar, una noche de tragos con algunos amigos. Allí, a lo lejos pensaba yo, para qué acercarme y decirte, aquí estoy, si veía cómo  aparentabas ser completamente feliz. Tomé dos tragos de whisky aquella noche y nuevamente, pasé por tu lado para simplemente sentir tu aroma entrar por mi piel. Chocamos sin querer, te pedí perdón sin  siquiera darme la vuelta, ni permitirte ver mi rostro. Mi voz te sonó conocida, volteaste a mirar sorprendida, pero seguramente pensaste que era producto de ese deseo de verme (o producto de los tragos) de aquel día el que te había hecho confundirte. No podía ser... o sí?...

"Un nuevo para siempre", pensé al salir de aquel sitio...

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